Pintura – Revista Farmacéuticos https://www.farmaceuticos.com/revista Fri, 28 Jun 2024 06:50:12 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.5 https://www.farmaceuticos.com/revista/wp-content/uploads/2024/02/cropped-favi-cion-farmaceuticos-1-32x32-1.png Pintura – Revista Farmacéuticos https://www.farmaceuticos.com/revista 32 32 Los albarelos de Sorolla https://www.farmaceuticos.com/revista/historias/los-albarelos-de-sorolla/ Fri, 10 Mar 2023 15:24:00 +0000 https://www.farmaceuticos.com/revista/?post_type=stories&p=1439 Posados sobre un mueble del estudio del maestro, la luz cenital los ilumina de vez en cuando. Son más de una docena, de distinto tamaño y procedencia. Parecen los protagonistas de un bodegón: son los albarelos de Sorolla.

Estos botes de farmacia contienen una esencia muy poderosa. Las armas del pintor: sus pinceles. Los pinceles que en manos de Sorolla llevaron la luz del sol y el azul del mar a los lienzos. Luz y color, atrapados para siempre; para brillar en cualquier rincón del planeta, puesto que la obra del gran pintor valenciano se encuentra repartida en gran parte del mundo, en instituciones, museos y colecciones particulares. Pinceles que han sentido el suspiro del mar; que quieren navegar entre las olas; cabalgar sobre la espuma blanca; ser una gota deslizándose sobre la piel; la arena bajo los pies de un niño; trazar el vaivén de una vela marinera; insuflar el viento que desordena los cabellos… !Y viajar en manos del artista!

Muy joven empezó su formación como pintor en la Real Academia de San Carlos de Valencia, que compaginaba con su trabajo como iluminador de fotografías en el taller de Antonio García Peris.

Joaquín Sorolla nació en 1863. A los dos años quedó huérfano y fue criado por sus tíos. Muy joven empezó su formación como pintor en la Real Academia de San Carlos de Valencia, que compaginaba con su trabajo como iluminador de fotografías en el taller de Antonio García Peris. Allí conoció a Clotilde, hija del mismo, con quien se casó en 1888. Fue un matrimonio muy unido. Gracias a su extensa relación epistolar conocemos multitud de detalles de su vida familiar. Sorolla viajó muchísimo.

En su juventud pasó temporadas estudiando en Roma, Paris y Londres. Posteriormente se instala en Madrid, aunque siempre suspiró por volver a vivir entre sus naranjos. Ama pintar la naturaleza que se transforma continuamente y para él hasta la sombra tiene luz. En 1906 es reconocido internacionalmente y en 1911 compra la casa de sus sueños, un lugar donde poder trabajar y vivir con su familia. El palacete sito en la calle Martínez Campos, (actualmente Museo Sorolla), es un oasis en medio de la ciudad. Joaquín se encargó personalmente de su decoración y diseño. El jardín dividido en tres espacios tiene aires de la Alhambra y del Alcázar sevillano. Entre flores y arrayanes, estatuas y columnas, arrullados por el sonido de las fuentes y el colorido de los azulejos, Sorolla solía invitar a sus amigos a ricas paellas valencianas. Porque Sorolla tenía un sin fin de amigos.

Amigos valencianos como Blasco Ibáñez y Benlliure. Franceses como Pedro Gil Moreno de Mora o madrileños como Beruete quien lo introdujo en los ambientes intelectuales. Conoció y retrató a Alfonso XIII, Galdós, Ginés de los Ríos, Unamuno, Baroja y María Guerrero, entre otros. Uno de los retratos más famosos es el de su amigo y médico personal, el doctor Luis Simarro. Es un maravilloso cuadro titulado Una investigación, en el cual Sorolla capta el ávido interés de los discípulos y compañeros del doctor ante un descubrimiento científico, en un ambiente de penumbra donde un solo punto de luz ilumina al investigador rodeado de frascos y reactivos. Al premio Nobel Ramón y Cajal lo pinta con una elegante capa junto a sus libros y un detalle de un corte trasversal del cerebelo, aludiendo a la especialidad como histólogo del personaje.

Numerosos médicos posaron para su amigo Joaquín. Rostros creados bajo un prisma velazqueño, maestro al que siempre admiró.

Numerosos médicos posaron para su amigo Joaquín. Rostros creados bajo un prisma velazqueño, maestro al que siempre admiró. Galería de galenos: oftalmólogos como Rafael Cervera; el dermatólogo Jaime González, su gran amigo de Jávea, al que admiraba profundamente además de por su ciencia, por su grandeza de alma; urólogos como el Dr. Albarrán, quien lo operó de próstata o su alumno Enrique LLuria. Al doctor Joaquín Decref y Ruiz, cubano como los dos anteriores y responsable de la introducción de la medicina rehabilitadora y la fisioterapia en España, lo pinta con un elegante traje gris que resalta su mirada melancólica. Por el contrario, al patólogo Amalio Gimeno lo sitúa en un florido jardín. Importante es mencionar a los médicos de la familia: Rodríguez de Sandoval y Medinaveitia. Así como al Dr. Marañón, alumno de este último, a quien retrata con una escultura realizada por su hija Helena Sorolla.

Como vemos, la relación de los profesionales de la medicina con Sorolla a lo largo de su vida fue muy especial, aunque también la tuvo con destacados farmacéuticos. Uno de ellos fue Joaquín Rosado Munilla, primo segundo de Ortega y Gasset. Escritor, editor y farmacéutico, tenía una farmacia en el nº 4 de la plaza Mayor de Plasencia. Considerado como uno de los valores intelectuales de Cáceres, fue subdelegado de Farmacia. La prensa de la época destaca su disertación sobre la heroína «Doña María la Brava», en el Ateneo, en febrero de 1928. Nuestro artista lo conoció con motivo de su visita a dicha localidad en 1917, cuando realizaba por aquellas tierras parte de la colosal empresa que le había encargado el hispanista Archer M. Huntington. Durante su estancia allí solían ir juntos al cine de la ciudad y posteriormente mantuvieron correspondencia postal.

El panel dedicado a Extremadura, “por sus personas y por el hermoso conjunto de la ciudad de Plasencia iluminada por el sol de la tarde”, había dejado muy satisfecho al pintor. Este fue uno de la serie de grandes paneles al óleo que bajo el título de Visión de España iban a decorar la biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York, propiedad del propio Huntington. Con este objeto, decidió viajar por toda España desde 1912 a 1919, para tomar apuntes “in situ”.

En una de estas pequeñas calles se encuentran la botica y la casa de Platón Páramo, hombre ilustre donde los haya.

La primavera de 1912 se muestra en todo su esplendor cuando Sorolla llega a la encantadora villa medieval de Oropesa, con objeto de retratar a los tipos populares lagarteranos. Queda impresionado por el paisaje de la Sierra de Gredos, que se alza tras la extensa llanura; por las callejuelas estrechas salpicadas de iglesias y sus casas solariegas, y por el impresionante castillo que actúa de centinela: el Palacio de los Álvarez de Toledo. En una de estas pequeñas calles se encuentran la botica y la casa de Platón Páramo, hombre ilustre donde los haya. Político, fue alcalde de Oropesa y gobernador de Santander. Farmacéutico de oficio, se doctoró con la tesis “la recolección de los vegetales y sus partes para uso medicinal”; gran coleccionista de antigüedades, experto en cerámica de Talavera, e íntimo amigo del ceramista y fotógrafo Ruiz de Luna.

Páramo acogió en su casa al pintor durante su estancia en la población, le dio consejos de como curar su reuma (salicilato y agua salada), e incluso puso a su disposición su coche de caballos. Sorolla en agradecimiento le hizo un interesante retrato sobre la paleta que utilizó esos días. La casa es hoy día un precioso hotel rural que gracias a su actual propietario, José Luis Jiménez Martín, ha conservado todo su sabor, en el que destaca el bello patio que mantiene una portada gótico-mudéjar, así como parte de los azulejos originales. Aquí se celebraban interesantes tertulias dentro de las corrientes intelectuales de la época, el 98 y el Krausismo, difundido a través de la Institución Libre de Enseñanza. Una de las características era la búsqueda de las raíces profundas de los pueblos, lo que se traduce en un afán de coleccionismo.

Sorolla va recogiendo en sus viajes las artesanías propias de los lugares, entre los que destacan las piezas de cerámica. Buscando tanto la decoración como su utilización práctica. Así que acostumbra a guardar sus pinceles en botes de farmacia.

Sorolla va recogiendo en sus viajes las artesanías propias de los lugares, entre los que destacan las piezas de cerámica. Buscando tanto la decoración como su utilización práctica. Así que acostumbra a guardar sus pinceles en botes de farmacia. Su colección consta de una treintena de albarelos. Encontramos siete decorados con temas vegetales en azul con fondo blanco procedentes de Teruel, que están datados principalmente entre 1700 y 1800; dos, provenientes de Zaragoza con líneas ondulantes y cartelas, también en azul y blanco. El grupo más abundante son los de Talavera de la Reina, dada su amistad con los Ruiz de Luna, en los que destacan los de tema heráldico de la Orden de los Jerónimos (león rampante), de la Orden Carmelita, Jesuitas (águila bicéfala), con el escudo del Monasterio de Guadalupe o de estilo Barein con orlas que imitan encaje o puntilla. En la colección no podían faltar los albarelos procedentes de Manises entre los que destaca uno que porta la característica «rosa gótica».

Recorrieron los pinceles el mundo en manos del artista. Conocieron sus pueblos, gentes y paisajes: contemplaron la Alhambra, y en Sevilla se sintieron nazarenos; dieron vida a las naranjas; respiraron el Cantábrico; capturaron la plata en forma de atunes; retrataron a grandes señoras e ilustres caballeros. También denunciaron la pobreza y el abuso de autoridad pintando el realismo social. Se enredaron en alhelíes y rosales amarillos, y cuando las manos cansadas del pintor ya no pudieron sostenerlos, regresaron a sus refugios de cerámica, a los preciosos albarelos que desde su rincón en la casa del pintor, ven pasar el tiempo orgullosos de su legado.

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Pintando al sol del mediodía https://www.farmaceuticos.com/revista/historias/pintando-al-sol-del-mediodia/ Tue, 10 Jan 2023 15:34:00 +0000 https://www.farmaceuticos.com/revista/?post_type=stories&p=1443 Una ventana. Tras los cristales, un exuberante jardín donde palomas y jilgueros entonan sus cantos. Al fondo el azul del mediodía. El azul mediterráneo. Bañado de sal y luz. Un paisaje pintado. Un sueño recordado a través de la profunda mirada del genio.

La mirada de Picasso lleva dentro la mirada del niño que fue. Aquel que correteaba entre las palomas que residían como él, en una hermosa plaza del sur de España. En una ciudad, que por su luz, sus gentes y su clima, fue rebautizada por Vicente Aleixandre, como «la Ciudad del Paraíso». Hasta su casa volaba la brisa que subiendo por la calle Alcazabilla, traía sabor a mar, un cierto olorcillo a fritura, y sonidos de cantes y guitarras provenientes de un local lleno de embrujo y arte: el Café de Chinitas. A veces viajaban ecos de palmas y olés, desde la plaza de toros de la Malagueta. Y aquel niño, en la luminosa Málaga, todo lo aprehendía.

Pablo nació en 1881 dentro de una familia de clase media burguesa. Su padre José Ruiz Blasco pintaba cuadros de «comedor» y era administrativo en la Escuela de Artes y Oficios de San Telmo.

Pablo nació en 1881 dentro de una familia de clase media burguesa. Su padre José Ruiz Blasco pintaba cuadros de «comedor» y era administrativo en la Escuela de Artes y Oficios de San Telmo. A don José le gustaba acudir a la tertulia que se organizaba en la rebotica de la cercana farmacia de Francisco Mamely, en la esquina de la calle Granada con la Plaza de la Merced. Una botica que había abierto sus puertas en 1739. Cuentan que en la tarde del 25 de diciembre de 1884, los frascos de los estantes que contenían los mil y un remedios de dicha botica, empezaron a caerse debido a un terremoto.

El padre de Picasso salió corriendo hacia su casa para reunirse con su familia. María, su mujer, se encontraba en un estado de embarazo muy avanzado, por lo que se dirigió hacia el domicilio de su compañero y amigo Muñoz Degrain, que en su opinión, tenía unas habitaciones más seguras. Y allí, nació la segunda hija del matrimonio, Lola. La preocupación del padre de Picasso era lógica porque aún recordaba el accidentado nacimiento del pequeño Pablo, al que dieron por muerto, y por ello la partera lo había dejado sobre una mesa. Su tío Salvador, médico, allí presente, estaba fumándose un puro y el humo hizo toser al recién nacido, lo que lo salvó. Así abría sus inmensos ojos el artista que se iba a asomar a un siglo cargado de sueños, ilusiones, guerras y decepciones.

La familia era muy tradicional y el niño fue bautizado en la cercana y antigua iglesia de Santiago, donde se habían casado sus padres. Entre bordados y rezos, en los felices días de su infancia tras los cristales de su casa señorial con balcones, en alguna tarde de lluvia, sus pupilas captaban todos los matices, colores y tonalidades que la tarde, caprichosa y primaveral, iba dejando en su pasar. Del gris, al rosa, al azul, al amarillo brillante, tras la tormenta. Caleidoscopio multicolor. Formas distorsionadas. Ramas rotas por el viento. Papeles en movimiento. Un “collage” de la naturaleza que imperceptiblemente iba inundando el espíritu del futuro genio.

Su primera pintura la realizó sobre la tapa de una caja de puros de su padre y era de temática taurina, afición que le acompañó durante toda su vida.

Su primera pintura la realizó sobre la tapa de una caja de puros de su padre y era de temática taurina, afición que le acompañó durante toda su vida. A los nueve años pintó un oleo del puerto de Málaga. Desde ese mismo puerto, un año después, la familia Picasso, se embarca rumbo a Galicia para instalarse en la Coruña donde el padre es contratado como profesor de dibujo en un instituto. La nueva casa se encuentra a dos pasos del mar. Tierra de pescadores como la que habían dejado atrás. Pero…! Que distinto mar!… El estruendo del Cantábrico se dejaba oír más allá del hercúleo faro. El viento hacía temblar los vidrios de las fachadas de las galerías, que solo de vez en cuando, se encendían con el sol.

Durante los años que pasa en esta lluviosa ciudad, su padre que le ve aptitud, lo encamina hacia las Bellas Artes. Así sus principios como pintor, llevan el sello clásico, con gran dominio de la técnica del dibujo y el retrato. El primer retrato importante es el realizado al doctor Pérez Costales.

Ramón Pérez Costales era un personaje de especial relevancia en la sociedad coruñesa del siglo XIX, filántropo, político, gran hombre de ciencia y amigo de la familias Picasso y Pardo Bazán. Su influencia fue clave para que el muchacho pudiera exponer sus pinturas en un establecimiento de la calle Real en dicha ciudad. En el número 92 de esta misma calle, se encontraba la farmacia de Gumersindo Pardo Reguera. Picasso era muy amigo de su hijo Antonio, y pasaba muchos ratos en el local. El farmacéutico Pardo Reguera era además un brillante catedrático y gran retratista y fue fuente de inspiración directa en los trabajos iniciales del joven. Compartieron modelos entre los cuales estaba el doctor Costales, antes mencionado. La estancia de Picasso en Galicia se puede considerar como una etapa de aprendizaje artístico.

Conchita, la hermana pequeña, muere a causa de la difteria y la familia se traslada a Barcelona. Aquí el artista realiza su primera gran obra: «Ciencia y Caridad».

Inmerso en plena adolescencia, la vida le muestra su cara más amarga. Conchita, la hermana pequeña, muere a causa de la difteria y la familia se traslada a Barcelona. Aquí el artista realiza su primera gran obra: «Ciencia y Caridad». En ella, un médico le está tomando el pulso a una enferma, mientras una monja le ofrece un tazón a la misma. El médico -para cuya figura posó el padre de Picasso- representa la ciencia, y la monja, la caridad. Este lienzo, de tinte realista y costumbrista, premiado y reconocido, supone el punto de partida de la inmensa y colosal producción artística del genio.

Al llegar a Barcelona su educación es puramente clasicista. Pronto se topa con el modernismo y sus máximos valedores, con los que mantiene relación de amistad y camaradería: Ramón Casas, Sabartés, Rusiñol, Julio González o Casagemas. Posteriormente, tras una corta estancia en Madrid, se desplaza a París, centro de las vanguardias artísticas, donde se irá haciendo un hueco. Personaje querido a la vez que envidiado, su pintura pasa por diferentes períodos. Así conocemos la llamada época azul, de tintes sombríos, debido a la tristeza en la que se encuentra inmerso por la muerte de su íntimo amigo Casagemas. Visible es en este período la influencia del Greco. Poco después se enamora, la vida le sonríe y le llega el éxito. Estamos en la llamada época rosa: su paleta se hace cálida y se llena de arlequines y bufones; después, el arte africano y la época negra. Pero en su fuero interno hay una llama que no le deja estancarse. Necesita volar como las palomas de su infancia y crecer, experimentar nuevas rutas artísticas. Y entonces llegan «las Señoritas de Aviñón».

Obra analizada, diseccionada y estudiada hasta la saciedad, muestra un conjunto de odaliscas-prostitutas cuyos rostros y cuerpos pierden su natural redondez transformándose en líneas, ángulos y aristas. La geometría impera. No existe la perspectiva. ¡Ha nacido una nueva vanguardia artística!: el cubismo. Cierto es que artistas coetáneos ya lo han esbozado, pero es Picasso quien le da entidad. Son años maravillosos los que el artista disfruta en la Ciudad de la Luz, justo antes de la Gran Guerra. Es un momento estelar de la historia como diría Stefan Zweig. Nunca coincidieron en un mismo tiempo y lugar, tantos intelectuales y artistas. Y casi todos fueron amigos de Picasso. Max Jacob, los hermanos Stein, Braque, Matisse, Cocteau, Diáguilev, Stravisnky, Chanel… Aunque con quien mantuvo una relación más cercana fue con Apollinaire, quien a su vez le presentó al famoso Dr. Doyen, un científico muy heterodoxo que patentó varias especialidades farmacéuticas. Picasso utilizó un recorte con la publicidad de estos medicamentos en el collage cubista titulado «Bouteille et verre».

La geometría impera. No existe la perspectiva. ¡Ha nacido una nueva vanguardia artística!: el cubismo.

Creador infatigable, prolífico y poliédrico. Escultor, ceramista o diseñador. Se reviste de simbología al hacerse Minotauro; y se mira en la historia al dialogar con Velázquez, Ingres o Delacroix.

La vida y obra de Picasso es tan larga y tan intensa, tan importante e interesante, que se necesitarían varias vidas para profundizar en su legado. De ahí que solo me haya atrevido a escribir unas pinceladas que recuerden su relación con nuestra profesión, especialmente durante su juventud.

Desde una ventana de la Costa Azul, con su sempiterna camiseta a rayas, miraba el mar. Atrás quedaban los sinsabores de la guerra; el grito doloroso de la tierra; el toro y el caballo sobre la arena; el amor y el desamor. Incrustada en su alma permanecía su patria chica, alegre y luminosa. El arrullo de una paloma. Y el sol inspirando a los pintores. A la luz del mediodía.

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Una «astilla» muy singular https://www.farmaceuticos.com/revista/historias/una-astilla-muy-singular/ Sat, 10 Dec 2022 15:45:00 +0000 https://www.farmaceuticos.com/revista/?post_type=stories&p=1447 En la quietud de la noche, en aquel recoleto jardín, dormía y crecía una sencilla planta al compás de las campanas, rezos y cánticos que provenían de un importante monasterio. Sus flores eran blancas o violetas, sus semillas verdes o amarillas, unas veces lisas y otras rugosas.

El estudio del guisante común o Pisum sativum y su modo de reproducción por un monje agustino iba a representar la piedra angular en la que se basa toda una ciencia: la Genética.
Gregor Mendel nació en julio de 1822, hace ahora doscientos años, en Heinzendorf, República Checa. Joven muy inteligente y preparado para los estudios, había heredado de su padre, que era agricultor y granjero, conocimientos de jardinería e injertos de árboles frutales. Al ingresar como monje agustino en la Abadía de Brno encontró un ambiente intelectual y científico, amén de una gran biblioteca, una extensa colección botánica e instrumentos científicos. Así que, entre libros y rezos comenzó a realizar sus experimentos, creando híbridos de guisantes en el pequeño jardín de la abadía, fijándose en la semilla, la flor, la vaina y el tallo.

El estudio del guisante común o Pisum sativum y su modo de reproducción por un monje agustino iba a representar la piedra angular en la que se basa toda una ciencia: la Genética.

En 1866 formula los principios básicos de la herencia en un artículo titulado «Experimentos sobre la hibridación de plantas» estableciendo sus Leyes (Principios) de Mendel: de uniformidad, de segregación, y de combinación independiente. Aquí brotaría la idea de la existencia de una partícula trasmisora de la herencia, a la que hoy llamamos gen.

Este trabajo pasó desapercibido casi cuatro décadas, es lo que en la ciencia se conoce como «una bella durmiente». Y como tal, en 1900, el holandés Hugo de Vries, el alemán Carl Correns y el austriaco Erich von Tschermark la redescubrieron, despertándola para la comunidad científica. En ese momento nacía oficialmente la Genética, comenzando el desarrollo de la teoría cromosómica de la herencia; en 1941 se demuestra que el ADN es el portador de la información genética, y en 1953 Crick, Franklin y Watson descubren la estructura de la molécula de la herencia, el ADN, la famosa doble hélice de la que están compuestos los cromosomas. En 1990 se inició el Proyecto Genoma Humano, con el objetivo de cartografiar todos los genes del genoma humano y que permitirá diagnosticar un sinfín de enfermedades hereditarias y desarrollar terapias génicas. Una de las herramientas genéticas fundamentales es la tecnología llamada CRISP, una enzima que actúa como tijera genética molecular que corta, edita o corrige en una célula el ADN asociado a una enfermedad.

Hoy día el análisis comparativo del ADN nos está desvelando las migraciones de la humanidad desde sus comienzos. Por ejemplo, la mutación de un gen durante un periodo glaciar hace cincuenta mil años alteró la síntesis de la melanina, dando lugar a los pelirrojos, rasgo típico de celtas y vikingos, que posteriormente se expandió por el mundo. Está claro que cuando hablamos de los rasgos físicos la influencia hereditaria parece evidente. Cuando se trata de rasgos psicológicos, temperamento o talentos, la correlación no es tan clara. Actualmente la comunidad científica en su mayoría, está de acuerdo en que en nuestra personalidad, los factores genéticos y ambientales tienen el mismo peso.
Es el llamado peso de los genes. Hay dones y habilidades que se heredan y otras que no, y que dependen del entorno y de la cultura donde una persona crezca. De ahí que «de tal palo, tal astilla.”

En el ámbito farmacéutico este refrán se suele cumplir en muchísimos casos, dada la gran cantidad de sagas farmacéuticas, que durante siglos han ido heredando la pasión por la profesión. Pero hoy voy a hablarles de algunos personajes que criados entre albarelos y batas blancas, medicamentos y recetas, tomaron otros rumbos llegando a ser «unas astillas muy singulares”.

Hay dones y habilidades que se heredan y otras que no, y que dependen del entorno y de la cultura donde una persona crezca. De ahí que «de tal palo, tal astilla.”

Ampliamente conocida es la relación entre las diferentes carreras científicas. Existen muchísimos médicos, químicos o veterinarios cuyos progenitores son farmacéuticos. Entre ellos está el neurobiólogo madrileño Rafael Yuste. Uno de los científicos más influyentes del mundo. Su sueño de ser científico nació en la farmacia de su madre, Victoria Rojas, a la que solía ayudar en el laboratorio. Cuando tenía catorce años su padre le regaló el libro de Ramón y Cajal, “Los tónicos de la voluntad: reglas y consejos sobre la investigación científica”. Aquella lectura le impactó de tal forma, que le parecía maravilloso pasar las noches mirando por un microscopio y poder descubrir los secretos del cerebro. Estudió medicina especializándose en neurobiología. Afincado en Nueva York, en la Universidad de Columbia, es el principal impulsor del proyecto BRAIN. (Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías Innovadoras). El objetivo de estas investigaciones es la búsqueda de tratamientos para enfermedades como el Alzhéimer, el Párkinson, la esquizofrenia, la epilepsia o la depresión. Asimismo, Yuste está involucrado en la adopción de reglas éticas y la Neurotecnología ante el nuevo reto que supone la inteligencia artificial.

Las redes neuronales están sin duda intrínsecamente relacionadas con la memoria, la inspiración o el arte. El gran pintor del expresionismo abstracto Mark Rothko nació en una ciudad letona donde los inviernos son muy fríos y nieva con mucha frecuencia, Daugavpils. Esta población fronteriza albergó una gran población judía hasta la ocupación nazi. Entre ellos estaba la familia Rothkowith. El padre, Jakob es un intelectual farmacéutico que tiene que huir a Estados Unidos huyendo de las purgas cosacas. El niño que llega a EE UU en 1913 había presenciado escenas durísimas que lo marcaran de por vida y que influirán en su obra pictórica. A los veinte años decide consagrarse enteramente al arte. Tras la Segunda Guerra Mundial, Nueva York se convierte en el centro del arte mundial donde triunfaban las tendencias del surrealismo y la abstracción. Rothko, Pollock y de Kooning fueron sus más importantes artífices. Según la pintora Soledad Sevilla “las últimas obras de Rothko son maravillosas por su intensidad y la mística y emoción que trasmiten”. Vulnerable y solitario murió aquel niño que creció en una lejana botica, y que llegó a ser un extraordinario artista, cuyas obras se cotizan por millones de dólares.

Según la pintora Soledad Sevilla “las últimas obras de Rothko son maravillosas por su intensidad y la mística y emoción que trasmiten”.

Allá donde las meigas suelen esconderse, donde los ríos son rías, y las hortensias viven en los caminos bajo los castaños y junto a los campos de maíz, vino al mundo uno de los intelectuales más importantes que ha dado la tierra gallega: Álvaro Cunqueiro. Mondoñedo lo vio nacer una noche de relámpagos en diciembre de 1911. Su padre, Joaquín Cunqueiro, fue elegido alcalde y ejerció una gran influencia en su hijo. Era un hombre muy culto y muy bien relacionado y regentaba una farmacia situada en los bajos del viejo palacio del obispo, en cuya rebotica se organizaban tertulias en las que intervenían grandes prohombres de la sociedad local entre ellos médicos y canónigos de la ciudad episcopal.

Álvaro recuerda su infancia con mucho cariño, sus ratos en la rebotica y en la barbería de Manuel Ledo Bermúdez, en los que aprendió filosofía y música. Incansable lector y amante de las tradiciones bebió de las historias que su madre y sus niñeras le contaban. Entre sus obras hay una obra dedicada a su padre: “Tertulia de boticas peligrosas y escuela de curanderos”, en la que, según el propio autor: “va reunida mi ciencia boticaria, mi saber de farmacopea fantástica, desde la farmacia del castillo de Elsinor, la botica de la Meca, hasta la botica de los señores traductores de Toledo”.

Desde un antiguo condado inglés nos llegan noticias de otro escritor, Norman Lewis, que dio sus primeros pasos en la farmacia que su padre, Richard Lewis, poseía en Forty Hill, Middlesex. Escribió artículos de periodismo, libros de viajes, dos autobiografías y varias novelas siendo la más reconocida Nápoles 44, memoria de un oficial de inteligencia en la Segunda Guerra Mundial, que fue posteriormente llevada al cine.

Quien llevó una vida de película, con sus luces y sombras fue La Divina: María Callas. Una vida que, pese a sus éxitos, no fue fácil. Nació en Nueva York en el seno de una familia de inmigrantes griegos. Su padre era farmacéutico de profesión, George Kaloyerópulos, que al llegar a Manhattan decidió cambiar su apellido a Callas. Al separase sus padres, María volvió a Grecia y comenzó a estudiar en el conservatorio de Atenas. Su voz de soprano, su innata musicalidad y versatilidad, así como su talento dramático la hicieron triunfar en los grandes teatros de ópera del mundo.

Su padre era farmacéutico de profesión, George Kaloyerópulos, que al llegar a Manhattan decidió cambiar su apellido a Callas.

Para ella “cantar no era un acto de orgullo sino un intento de elevarse hasta esos cielos donde todo es armonía”. Su vida estuvo salpicada de escándalos. El más conocido fue su tormentosa relación con Aristóteles Onassis que supuso la ruptura de sus respectivos matrimonios. Más tarde Onassis la abandonó para casarse con Jacqueline Kennedy. Entonces la diva, que era muy propensa a tener achaques y enfermedades, cayó en una profunda depresión: “no debo hacerme ilusiones, la felicidad no es para mí”, comentó en alguna ocasión.

Uno de los directores de orquesta más importante del siglo veinte fue Sir Thomas Beecham. Lo consiguió gracias a la empresa farmacéutica que habían fundado su abuelo y su padre. Y singular fue el ascenso hasta los altares de la Beata Ana María Taigi, hija de un afamado boticario de Siena.

Y como dice James Watson: “Antes pensábamos que nuestro futuro estaba en las estrellas. Ahora sabemos que está en nuestros genes” !Gracias Señor Mendel!

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